Ahmed Ouyahia
Primer ministro (1995-1998, 2003-2006, 2008-2012, 2017-2019)
Diplomado por la Escuela Nacional de Administración (ENA) de Argel y en Estudios Superiores en Ciencias Políticas por la Universidad de Argel, en 1976 entró a desempeñar funciones administrativas en la oficina del Presidente de la República, a la sazón Houari Bumedián, antes de emprender una carrera en el servicio diplomático que se prolongó hasta mediados de la década de los noventa.
Fue alternando los destinos en el extranjero con los domésticos, fungiendo sucesivamente de consejero en la embajada argelina en Côte d’Ivoire (1981-1984), representante adjunto en la misión permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York (1984-1989), consejero del Gabinete del ministro de Asuntos Exteriores Sid Ahmed Ghozali (1989-1990), director general del Departamento de África del Ministerio (1990-1992) y, finalmente, embajador de Argelia en Malí (1992-1993), como colofón a su fructífera mediación en las negociaciones de paz entre el Gobierno de Bamako y los insurgentes tuaregs.
Ouyahia, por tanto, era sólo un servidor en los escalafones medios del Estado argelino cuando en enero de 1992 se produjo el golpe de Estado del Ejército y el núcleo duro del ex partido único que había gobernado dictatorialmente el país desde la independencia de Francia en 1962, el Frente de Liberación Nacional (FLN), con el objeto de impedir la progresión política y social del Frente Islámico de Salvación (FIS), vencedor inapelable en las elecciones libres de diciembre de 1991 y ahora declarado ilegal.
En septiembre de 1993, presidiendo el Alto Comité de Estado (HCE, el supremo órgano ejecutivo constituido tras el autogolpe, a modo de Presidencia colectiva) Ali Kafi, Ouyahia fue reclamado de vuelta a Argel para asumir la Secretaría de Estado de la Cooperación y de Asuntos del Magreb en el nuevo Gobierno presidido por Redha Malek, veterano compañero en el servicio diplomático y últimamente ministro de Exteriores y miembro del HCE. Su amistad personal con otro colega de misiones internacionales y ahora ministro de Defensa, el general Liamín Zéroual, favoreció su salto a posiciones de relieve político y no meramente administrativo en el seno del poder ejecutivo.
Zéroual se convirtió en presidente de la República en enero de 1994 en sustitución del HCE y en febrero nombró a Ouyahia su director de Gabinete. Como tal, tomó parte en el proceso de diálogo abierto por Zéroual con la oposición. Finalmente, el 31 de diciembre de 1995, a raíz de la destitución de Mokdad Sifi, Ouyahia fue designado primer ministro con el doble encargo presidencial de negociar con el FMI un programa de austeridad a cambio de una asistencia crediticia que sacara al país de su desbarajuste financiero, y de preparar las próximas consultas a la nación, sobre la nueva Constitución y para la elección de un Parlamento pluralista, procesos que, luego de las elecciones presidenciales del 16 de noviembre de 1995, debían coronar la transición democrática en Argelia.
Apuesta de Zéroual por el cambio generacional y la renovación de los órganos de decisión políticos, su trayectoria de diplomático profesional, sus capacidades para el diálogo y la mediación, y su no pertenencia a partido o camarilla de poder alguno le confirieron a Ouyahia en el momento de su nombramiento un notable nivel de aceptación entre los partidos de la oposición, tanto los que participaron en las elecciones presidenciales como los que las boicotearon. El 5 de enero presentó su gabinete, que estaba dominado por personalidades técnicas y en el que recibieron una discreta cuota de participación dos partidos de la oposición posibilista, los islamistas moderados del Movimiento de la Sociedad Islámica (MSI-Hamas) y los nacionalistas laicos del Partido de la Renovación Argelina (PRA). Si bien testimonial, la concesión de cuatro puestos gubernamentales al MSI y al PRA supuso la primera presencia en el Ejecutivo argelino de partidos ajenos al FLN, el cual, dicho sea de paso, se consideraba a sí mismo en la oposición.
Sin embargo, bien pronto se amontonaron las dificultades para el flamante primer ministro. Por una parte, cobraron ímpetu las protestas laborales y ya el 13 de febrero la Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA) realizó una huelga general de empleados públicos contra el impuesto denominado de “solidaridad forzosa”, introducido por el Gobierno para financiar los sueldos atrasados de 200.000 funcionarios. Ouyahia pretendió contrarrestar las iniciativas de la calle con una campaña anticorrupción que produjo unos cuantos arrestos de directivos de empresas estatales bajo las acusaciones de malversación y negligencia. El 26 de septiembre el primer ministro se vio obligado a prescindir de su ministro de Finanzas, Ahmed Benbitour, destituido por Zéroual como resultado, según los medios locales, de las presiones de la poderosa UGTA, que era hostil a sus planes de reformas estructurales y de privatizaciones en la línea de lo demandado por el FMI.
Por otro lado, el Gobierno de Ouyahia se mostró impotente para ponerle freno a la guerra civil no declarada que desde el cerrojazo autoritario del invierno de 1991-1992 venían sosteniendo las fuerzas de seguridad y los maquis integristas del Grupo Islámico Armado (GIA). El Ministerio del Interior quedó en entredicho por la acumulación de atentados terroristas y matanzas, a cual más terrible, en los que los islamistas asesinaron con desconcertante impunidad a miles de civiles desarmados tanto en el campo como en áreas urbanas.
En este contexto de violencia cotidiana, abrumadora y rampante, tuvieron lugar el referéndum constitucional del 28 de noviembre de 1996, boicoteado o ignorado por todos los partidos políticos a excepción del FLN y con un resultado ampliamente afirmativo, y las elecciones legislativas del 5 de junio de 1997 a la nueva Asamblea Popular Nacional de 380 miembros, de las que fue excluido el ilegalizado FIS. Con vistas a esta cita, Zéroual y Ouyahia dotaron al oficialismo de un partido representativo, el Reagrupamiento Nacional Democrático (RND). Inaugurado el 21 de febrero anterior, el RND se nutría de cuadros de la UGTA y su liderazgo iba a ser encomendado al secretario general del sindicato, Abdelhak Benhamouda, pero éste fue asesinado el 28 de enero, así que el propio Ouyahia adquirió ese papel.
El primer ministro encabezó la lista del RND en Argel, plaza dificultosa para el oficialismo, y, paradójicamente, considerando su creciente impopularidad, ganó el escaño, que figuró entre los 156 obtenidos por el recién creado partido del poder, de ciertamente artificial y sin raigambre popular. Con el 38,1% de los sufragios, el RND se convirtió en el partido más votado, seguido por el Movimiento de la Sociedad por la Paz (MSP, el antiguo MSI-Hamas) y el FLN, y esta primacía legislativa fue reforzada tras los comicios del 25 de diciembre a la Cámara alta del Parlamento, el Consejo de la Nación, al hacerse con 80 de los 96 escaños en juego, entre electos por los consejos municipales y designados directamente por Zéroual.
A los pocos días de las elecciones a la Asamblea, el 10 de junio, Ouyahia presentó la dimisión al presidente, pero sólo para ser vuelto a nombrar por éste el día 14 con el mandato de formar un nuevo Gobierno, del que fue descabalgado el PRA, ahora un partido extraparlamentario, y en el que se dio entrada, otra vez, al FLN. El MSP mantuvo una representación, si bien del todo marginal. Posteriormente, el 23 de octubre, tuvieron lugar elecciones locales, ganadas también por los candidatos oficialistas, si bien la oposición denunció fraudes e irregularidades por doquier.
A lo largo de 1997 y 1998 se agudizó la percepción popular de fracaso en la gestión de Ouyahia, a medida que se sucedían, angustiosamente, unas matanzas terroristas que él calificaba de “crímenes contra la humanidad”, así como de “bestias inmundas” a sus autores, de cuya filiación islamista radical en toda circunstancia empezaban a dudar muchos argelinos, a la luz de la pasmosa facilidad con que operaban estos comandos de exterminio y la inexplicable –o sospechosa- pasividad de las fuerzas del orden en muchos episodios. Una y otra vez, el primer ministro insistió ante la incrédula opinión pública que se estaba ganando la batalla al terrorismo y que se iba poniendo coto a los desmanes del GIA y otros grupos armados islamistas. Ni la liberación del máximo líder del FIS, Abbasi Madani, el 15 de julio de 1997, dentro de los tanteos de diálogo de Zéroual con el FIS, ni la tregua unilateral anunciada en octubre del mismo año por el brazo armado del partido proscrito, el Ejército Armado de Salvación (AIS), tuvieron efectos perceptibles en la disminución de la violencia.
Por otro lado, el Gobierno de Ouyahia se afanó en cumplir los compromisos fondomonetaristas, combatió la inflación y desmanteló cientos de empresas del Estado, luego algunas de las estrategias macroeconómicas del Ejecutivo se ejecutaron con resolución. Ahora bien, la destrucción de más de un cuarto de millón de empleos públicos generó nuevas olas de agitación laboral, y, a mayor abundamiento, coincidió con un sensible empeoramiento del nivel de vida de la población.
En julio de 1998 Ouyahia encajó un nuevo frente de tensión a raíz de la entrada en vigor de la ley sobre la extensión del uso del árabe en la enseñanza y la administración, que desató las iras de la población bereber de la Cabilia y los partidos políticos implantados en la región, el Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD) y el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS). Zéroual sostuvo a Ouyahia frente a todos estos embates hasta después del anuncio de elecciones presidenciales anticipadas para abril de 1999, decisión inesperada que vino a certificar su propio fracaso político, máxime cuando el presidente recalcó que no se iba a presentar a la reelección.
Una bajada de los precios del petróleo, junto con el gas, prácticamente el único producto que Argelia exporta y que le reporta el 60% de los ingresos presupuestarios y el 95% de las divisas comerciales (luego, el país norteafricano es muy sensible a cualquier oscilación en su cotización internacional), fue el toque de aviso para la dimisión de Ouyahia, que le fue presentada a Zéroual el 14 de diciembre de 1998 y quedó institucionalizada al día siguiente con el nombramiento para sucederle del también ex diplomático y tecnócrata Smail Hamdani. Ouyahia fue retenido por Zéroual en el Ejecutivo en calidad ministro de Estado, y durante unas semanas se especuló con que pudiera lanzar su candidatura presidencial por cuenta del RND. Sin embargo, Ouyahia, al igual que el FLN, decidió respaldar la postulación del que fuera ministro de Exteriores en la era de Bumedián, Abdelaziz Bouteflika, quien se había lanzado al ruedo político con la etiqueta de independiente y con la promesa de traer la normalización política y la paz al torturado país magrebí.
Después de ganar Bouteflika la Presidencia en las elecciones del 15 de abril de 1999, Ouyahia continuó en el Gobierno de Hamdani y, desde el 23 de diciembre de ese año, en el nuevo presidido por el ex ministro de Finanzas Benbitour. El 27 de agosto de 2000 Ali Benflis pasó a encabezar otro ejecutivo y Ouyahia fue retenido como ministro de Justicia, coincidiendo con su función de enviado especial de la Organización para la Unidad Africana (OUA) en su mediación en la guerra que libraban Etiopía y Eritrea, proceso que coronó con éxito Bouteflika en persona, en calidad de presidente de turno de la OUA.
Ouyahia había gozado del favor de Zéroual y ahora, también, del de Bouteflika, quien le tuvo presente como un valor en la reserva. En junio de 2002, días después de los comicios generales que supusieron un fracaso sin paliativos para el RND, ya que cosechó sólo el 8,2% de los votos y 37 escaños, Ouyahia dejó el Ministerio de Justicia y se convirtió en representante personal del presidente ante Benflis, a quien terminó sustituyendo un año después. El regreso de Ouyahia a la jefatura de Gobierno argelino el 5 de mayo de 2003 fue posible a fuer de una porfía política entre Bouteflika y Benflis, quien era, además, el secretario general del FLN y que, como tal, le estaba negando a Bouteflika el respaldo de su partido, ganador con mayoría absoluta en las legislativas del 30 de mayo del año anterior, a su candidatura presidencial reeleccionista en 2004, la cual, sin embargo, no había anunciado oficialmente aún.
El nombramiento de Ouyahia presentaba la anomalía institucional de tratarse de un político cuyo partido no era la principal fuerza de la Asamblea, pero servía a los objetivos políticos de Bouteflika, tanto personales de futuro, como de estrategia de Gobierno. Así, el presidente esperaba de él que pisara el acelerador en la reforma de la estructura económica del Estado, en particular la desregulación y apertura del sector de los hidrocarburos a los mercados internacionales, tendencias a las que había opuesto reparos Benflis, partidario, por el contrario, de una “economía social de mercado” de ribetes socialdemócratas.
(Nota de edición: Esta biografía fue publicada originalmente en mayo de 2003. El segundo ejercicio de Ahmed Ouyahia como primer ministro de Argelia concluyó el 24/5/2006, fecha en que la jefatura del Gobierno recayó en Abdelaziz Beljadem. Posteriormente, Ouyahia fue primer ministro en otras dos ocasiones, entre 2008 y 2012, y por cuarta y última vez de 2017 a 2019, siempre bajo la Presidencia de Abdelaziz Bouteflika. Tras la dimisión forzosa de Bouteflika en 2019, Ouyahia fue detenido por cargos de corrupción, juzgado y condenado a la pena de 15 años de prisión. En 2020 un tribunal de apelaciones confirmó la sentencia, rebajada a 12 años de prisión, pero en 2021 el ex gobernante recibió una condena adicional de siete años en relación con otra acusación por corrupción).